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Trazado del Circuito

El Circuito Guadalope de Alcañiz, coge su nombre del río que cruza el recorrido del mismo en dos ocasiones y que con un meandro casi circular, encierra en su interior a esta ciudad capital del Bajo Aragón.

El trazado surgió de la mente del alma mater de Premio Ciudad de Alcañiz y fundador del Automóvil Club Circuito Guadalope, el Doctor Joaquín Repolles. Se ideó un recorrido que circundaba el núcleo poblacional por aquel entonces, y que utilizaba las carreteras nacionales que daban acceso a la localidad, que formaban una especie de anillo a su alrededor. Si bien el trazado alcañizano siempre ha sido urbano, en estos primeros años la población sufría menos los inconvenientes de la realización de la prueba, pues las calles o paseos por donde transitaba el trazado, no eran las zonas más densamente pobladas.

Décadas después de los inicios, el crecimiento exponencial de la localidad se plasmó en torno a todo el circuito, pero de mayor forma en la Avenida de Aragón (recta de meta) y que desde mediados de los 80 en adelante paso a ser el centro económico y comercial de la localidad, lo que provoco que el centro de la vida en Alcañiz ahora si fuera atravesado por completo por el trazado. Hecho clave en los últimos años de actividad, pues a mayor molestia de la prueba, menos apoyo de la ciudadanía.

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Durante las 37 ediciones, delante de los y las pilotos que se desplazaron año tras año hasta territorio turolense, se presentaba un recorrido de 3.900 metros, con constantes desniveles, y 16 curvas de muy diferentes radios.

Esta variedad, junto a la combinación también de zonas muy rápidas y otras bastante lentas, le dio un carácter especial a este trazado, muy al estilo de su hermano y compañero de Montjuic. La famosa “vuelta de los puentes”, parte más baja y más rápida de la pista, junto a la “subida del corcho”, y la propia recta de meta eran los puntos de máxima velocidad. Combinarlos con las abruptas frenadas de “el embudo”, “puente de Zaragoza” o la curva doble de entrada a meta, fue lo que hizo que el Circuito Guadalope fuera amado, u odiado.

En las casi cuatro décadas de historia del Premio Ciudad de Alcañiz, el trazado se modificó muy poco. Pese a que al tema de la seguridad estuvo encima de la mesa casi desde sus inicios, no fue hasta prácticamente el último tercio de su historia activa cuando empezó a recibir modificaciones. Estas fueron realizadas por la presión que el Automóvil Club Circuito Guadalope empezó a recibir a inicios de los años noventa en forma de polémicas, desplantes, y boicots, principalmente por parte de equipos y pilotos del Campeonato de España de Turismos.

Para la celebración del XXVI Premio Ciudad de Alcañiz de 1992, el trazado sufrió su primera modificación. Dos lenguas de bloques de hormigón se instalaron en la curva de “el apeadero”, y en el primer vértice de la curva doble de “el hospital”. De esta forma se creaba una especie de chicane que cerraba el vértice de las curvas y las hacía mucho más lentas.

Dos años más tarde, con la llegada de los superturismos al “CET”, se modificó de nuevo el circuito. Se colocaron dos chicanes de metal en forma de altos pianos alargados a la altura de la plaza de toros y antes de la frenada de la rapidísima curva de “el portaron”, forzando a los pilotos a reducir aún más la marcha para superar el zigzag que formaban.

(Debido a la proximidad de esta chicane de la plaza de toros con la ideada dos años antes en la curva siguiente, esta última se suprimió para esta edición)

Un año después y tras la pérdida de la puntualidad de la carrera aragonesa para el Campeonato de España de Turismos, se volvió a la configuración de 1992, solo con las dos chicanes de hormigón. Esta configuración se mantuvo hasta la última edición de 2003.

Si bien las modificaciones en la morfología del trazado se dieron en pocas ocasiones, y en la parte final de su historia, las modificaciones, o mejor dicho, mejoras en términos de seguridad, fueron constantes prácticamente año tras año.

Con el esfuerzo y entusiasmo de todos los voluntarios y miembros del “ACCG” y el apoyo de las instituciones locales y regionales, se pasó en origen de un trazado sin más protección que algunas alpacas de paja, neumáticos, algún tímido guardarraíl, y un piso variado, que incluía hasta 1970 incluso zonas adoquinadas, a un circuito en su última época que se re-asfaltaba cada pocos años, bordeado por dos lenguas de guardarraíles, que en ciertos puntos pasaba a ser incluso triple, muros de hormigón, protecciones de bidones rellenos de agua, vallas, verjas, zonas acotadas al público, gradas totalmente seguras, y un largo etc, transformando por completo esta localidad del Bajo Aragón, una vez al año, en un auténtico circuito de carreras.

En la actualidad el trazado del Circuito Guadalope se conserva prácticamente intacto, salvo por la colocación de varias rotondas. Los radios de sus curvas, los desniveles, y las calles que atravesaba el circuito no distan mucho de como eran en las últimas ediciones del “Premio”.

Vestigios de las medidas de seguridad, de la decoración del trazado, junto con las intervenciones llevadas a cabo por el Real Automóvil Club Circuito Guadalope a partir de la celebración del 50ª Aniversario de la prueba en 2015, forman un museo al aire libre que desde aquí invitamos a todos a recorrer, ya sea a pie, o en coche por la propia pista.

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